La Radio

Ella sonaba... indemne, inmóvil, música fluía desde sus entrañas.

El Sr. Medatto admirábala encantado... sus colores, su forma, tan chiquita que parecía ilusoria...  Le recordaba a su hija, tan hermosa... tan efímera, tan frágil.

 

Y la mató.

 

Sus entrañas en el suelo, vidrios rotos, un transformador, dos perillas, resistencias y un tubo de vacío lleno de aire normal.

El sonido se apagó, ya no cantaba más su canción... sus perlantes desconados... su enchufe violado con las patas deformes y chamuscadas...

 

Medatto no soportó el dolor de verla asi... rota... y la inmoló, en un acto de compasión postviolenta. ¿Porqué tienen que ser frágiles, porque todavía la escucho gritar la canción?

 

El cuerpo embalsamado de su esposa se pregunta, desde la sala, cuándo habrá terminado el taxidermista con el cuerpo de su hijita... quiere tenerla cerca, quiere abrazarla con brazos invisibles, quiere sentir el frío de su cuerpo y el algodón en su interior...

 

Una tarde... el Sr. Medatto no volvió... abandonó a su esposa e hija. En esa casa no había más víctimas, no había mas esposa ni hijas, no había más flores que arrancar, no había más piel que rellenar.

 

La Sra de Medatto y su hija se alegraron al ver que volvía... estaban llenas de polvo, pero felices al fin, tenían la casa para ellas solas. Podían dejar el algodón y volar en el living, en el comedor.

Cierta noche la madre cocinada y la nena la miraba con fascinación cómo la carne de su papá llenaba a olla, esta noche tendrían una cena de verdad, ya que papá había vuelto a casa el Sr. Medatto habia vuelto... lleno de algodón.

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